OCHO DE DICIEMBRE DE 1984

Recupero esta historia de amor de muchos años en este día de San Valentín. Por que el amor está lleno de pruebas y vivir con él es una temeridad. Sin embargo, caemos en sus garras, reímos, lloramos, amamos y damos nuestros días (y nuestra vida) a la persona qué queremos. Sólo el amor convierte en milagro el barro.





Tú me esperabas en la plaza Urquinaona, en la parada del autobús. Venías de ver un homenaje que habían hecho a Xesco Boix en el Parc de la Ciutadella. Yo bajé del bus y te ví, pantalón tejano de pata ancha, y camisa de cuadros. Yo, con la ropa prestada de mi hermana Mari. Me diste o te di dos besos en la mejilla, sin esperar nada más, quién lo iba a decir.

Tenías dos entradas para el teatro, pocos días antes me preguntaste si quería ir contigo. Y con aquellas miradas que no pretenden serlo, te dije que sí, mientras me comía mi bocadillo de foi-gras a la hora del patio. Después los dos volvimos al cole, tú a tus clases de informática, yo, no lo recuerdo, quizás a clase de inglés con Lidio o de catalán con Jaumot, o de electrónica con Palasí. No lo recuerdo.

Pero aquí estamos, camino de la Oveja Negra mirando a nuestro alrededor, con miedo de mirarnos a los ojos, con miedo a todo lo que queríamos decirnos y no podíamos. Una cerveza en La Oveja Negra, al lado de una chimenea, y el olor de la leña encendiendo algo dentro de nosotros. Después subimos el Passeig de Gràcia hacia el teatro (perdóname no recuerdo el nombre) y vimos Fly, de Vol Ras. Tras las salida cultural, cómo no acabar la velada en Els Quatre Gats, y aquel pacharán fue el que llenó nuestras venas de hormiguitas. Y aquella mirada que ninguno de los dos pudo soportar y que nos ligó con cuerdas tan fuertes y gruesas. No sé que esperabas de mí, igual que yo no estaba segura de si podía esperar algo de ti, pero aquella mirada me acompaña, me atenaza y me llena de valor a continuar.

Los días y las noches de todos estos años han estado llenas de risas y llantos, de desesperación y valentía. Teníamos un sueño, ¿lo recuerdas?

Eran aquellos largos días de séptimo piso sin ascensor, en el que invertíamos el 30 % de tu sueldo, con paredes de hojas de papel y gritos de borrachos y amargados. No ha sido fácil, ni lo será. Las personas no soportan que los demás se quieran y su rabia pone obstáculos en el camino de los demás. Superarlo es cuestión de destreza y en eso nos hemos hecho unos expertos. Sobrevivir, pensando que no estamos solos, eso sí que es una dura prueba.


Deja el recuerdo caer
como un fruto por su peso.
Yo sé bien que no hay olvido
que pueda más que tus besos.
Yo digo que el tiempo borra
la huella de una mirada,
mi zamba dice: no hay huella
que dure más en el alma.
(Jorge Drexler)

4 comentarios:

  1. Me has hecho evocar algunas historias similares de mi pasado, donde también experimenté esas miradas que se cruzan casi sin querer, pero que te impactan y pierdes la noción del tiempo.
    ¡Qué hermosas sensaciones tan irrepetibles! que todos atesoramos como parte importante de nuestras vidas.
    Me ha gustado también mucho como lo has narrado y coincido contigo en la idea que expresas al final, acerca de lo duro y difícil que suele ser soportar las envidias o esas malas energías de otras personas que nos rodean o nos han rodeado en esas épocas añoradas y donde efectivamente, al no aceptar que los demás sean felices, les suelen poner toda clase de obstáculos en el camino. Acabamos, como tú dices, siendo unos expertos sobrevivientes.

    Un abrazo, Charo.

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    1. Querida Estrella, aún estoy con él. Fue nuestra primera cita, yo tenía 19 años y él 23. Nunca nos hemos separado desde ese día, ha sido muy difícil, por supuesto y siempre por la gente que nos ha rodeado. Por eso lo escribí así y hoy lo he recuperado pensando en este día.

      Un abrazo!

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  2. em fa por anar a graduarme la vista, però sé que m'acompanyaras

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